miércoles, 3 de febrero de 2010

Un fugaz ocaso

Tenía el día cubierta
de grisáceos y blancos,
y en el parque de la cuesta
gritaban libres los bancos
junto a las frutas maduras.

Cruzó las baldosas ella,
sencillez a cada paso,
y un rayo de nuestra estrella
tocó violento su párpado
llenándolo de negrura.

Parpadeó ultravioletas,
merendó un fugaz ocaso,
vio sus gafas de sol viejas
y cuando extendió la mano
creyó agarrar su cura.

Pero una voz por sorpresa
le habló en susurros, mas claro,
ingrávida pero tierna:
"Deja esas gafas a un lado,
no dejes el mundo a oscuras".

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