domingo, 30 de mayo de 2010

De Estambul a casa



Empieza el sueño
con programas absurdos en la tele
y yo recorro las calles de Estambul,
me pierdo entre sacos de especias
en los que meto la mano
poblándola de olores,
aprendiendo sus texturas,
visito el bazar
y degusto sus comidas.
Tú vas de la mano conmigo
y aprendes conmigo su laberinto,
seguros de no estar perdidos
sólo por estar juntos.
Santa Sofía nos abre la boca
y escuchamos cantar
desde los minaretes.
Anochece sobre el Bósforo
y en el estrecho
no hay nada más ancho
que tu abrazo.
Y al despertar
no te esfumaste,
no fuiste un sueño
y te encuentro preparando el desayuno:
tú haces las tostadas
y yo exprimo las naranjas del zumo.
Me acerco a tu cuello
para besarte
y dejas en mi lengua
un toque de canela.


.
.
.
.
Agradezco enormemente a Inés que me haya prestado generosamente la foto tan hermosa que adorna el poema.

viernes, 28 de mayo de 2010

GRACIAS

No puedo callarme
cuando algo dentro me golpea,
cuando siento la necesidad
de cerrar los ojos y gritar


¡GRACIAS!

jueves, 27 de mayo de 2010

Tempus fugit lente


El tiempo va

y va despacito,

no engaña a nadie

pero un día,

quizás,

te traiciona,

y ves cerca la línea

que has de cruzar:

será la meta

pero a la vez la salida,

punto de partida

de otra ruta

que también terminará,

prolongando sin fecha tu camino,

dándote forma,

como a las rocas

el mar.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Más allá

Hoy es más que nunca: como siempre;
quizá mañana sea más que siempre: como nunca".

martes, 25 de mayo de 2010

Descubrió en sus brazos el mar


Él la hizo un poco como es
queriéndola como la quería.
En domingos en la sierra
juntos los tres pasando el día,
que a él le gustaba mucho
ir al campo con su niña.
En inviernos que traían nieve,
nieve que era alegría,
alegría de trineo para dos,
de revolcarse y deslizarse en la nieve fría.
En agostos insufribles
de descubrir al fin la playita,
de bañarse abrazada a él,
que en el mar también la protegía.
En abriles vestida de gitana,
en lunes de tomar golosinas,
en martes de jugar con ella,
en miércoles de hacerle fotografías
en la puerta de la tienda,
luciendo su infantil sonrisa,
posando como princesa
entre las cajas de colores vacías,
en jueves de quedarse en casa,
en viernes de fiesta de cole de parvulita,
en sábados de gloria, de salir
y presumir de hija,
En carnavales de disfrazarla
de la más maravillosa de las payasitas
y mirarla con amor
y los ojos haciendo chiribitas.

Yo conozco los días de su semana,
los carnavales y la playita,
sus abriles de gitana,
aquellas calles antiguas,
pisé con ella la sierra
y vi la nieve -como sus fotos- al caer el día.

Ahora que la voy conociendo,
ahora que comparto su alegría,
escucho en silencio su historia,
que es pérdida pero también vida,
concluyo que cada vivencia la ha forjado,
que sin ellas no la disfrutaría,
y pienso que él la hizo un poco como es
queriéndola como la quería,
como la quiere todavía
su padre aunque ya no esté.
.
.
Escrito desde este puñado de recuerdos robados que se transforman para mí en gratitud.

Estas fiebres

Querido poeta portugués:

Te escribo desde otra cama. He abandonado mis sábanas pintadas de sudores fríos y sobre mi colchón he creído dejar a los 38 que me agobiaban. Es noche cerrada y la fiebre multiplica para mi cuerpo -la fiebre es una señora muy atenta- el fresco que recorre las calles. Lo he sentido al asomarme desde la ventana para ver cómo está el pueblo y diseñar la mejor manera de salir.

He cogido las llaves de casa, el móvil y he salido a oscuras por el pasillo de casa, aprovechándome de que conozco los pasos exactos para girar cada quiebro que tiene y llegar a la salida. He abierto la puerta de casa y he salido de puntillas, sin hacer ruido. Al encender las luces de la escalera he cruzado los dedos para que no me viera ningún vecino en ese momento. Abajo, al abrir la puerta de la calle, el fresco me ha robado lágrimas de los ojos, como si fuera montado en motocicleta.

He caminado hasta la esquina y la he girado con la ilusión de quien empieza a divisar tierra en mitad del mar agitado. He notado que me había olvidado de los dolores, que los músculos se habían puesto de mi parte, que me quieren, y que me querían llevar allá en volandas.

Al doblar la última esquina a la izquierda, ya estaba allí, en la puerta, y el corazón latía más por nervios que por enfermedad, y las sonrisas me salían de la boca como palomitas en plena danza de vida. Así de absurdo y de lleno estaba plantado en la puerta cuando ella la ha abierto. Al fin y al cabo se trataba de un chico enfermo, despeinado, con ojeras y cara de dolores, y con una telita brillante en los ojos, como de debilidad, a la que se intentaba superponer en el fondo una luz potente de alegría. Un chico descalzo, con camiseta y pantalón verde de rayas envuelto torpemente en un nórdico de cuadros verdes y azules que había arrastrado por detrás hasta llegar allí. Se ha partido de risa, y cuando ella se ríe los ojos chisporrotean fuegos artificiales, y la noche de golpe es una fiesta, una fiesta que destruye fiebres incluso si acerca a tus labios su boca.

Te cuento también que me ha abrazado, que me ha herido su ternura al verme, que me ha traspasado hasta sentirme arropado, cuidado, atendido. Y me ha llevado a su cama, me ha mostrado un camino de paz al taparme con su edredón y acostarse a mi lado, ella más destapada. Me habla despacito y en voz baja, con mucho cariño, y a ratos me pasa la mano por la frente o por la cara o bien me aprieta contra ella. Hace un momento creo haber escuchado algunos te quieros mientras me iba relajando.

Abandonado a ella, relajado, poeta portugués, te escribo desde otras sábanas, y te cuento que no siento más dolores ni fiebres ni fríos, sólo los calores de otra temperatura, que suben a medida que subo yo por su cuello y bajan mis manos por su abdomen.

Te hice caso, sí, incluso antes de haber leído tu consejo. Por eso te escribo desde otra cama, la suya, a punto de dormir en sus brazos.

Atentamente,

Sabagg.


P.D. Disculpa que no sepa distinguir aquí lo vivido y lo soñado, pero tú me entenderás, tú sabes bien que a veces, mágicamente, sucede... Tú conoces estas fiebres.

domingo, 23 de mayo de 2010

38 grados

La fiebre me maltrata el cuerpo,
me inmoviliza,
y me repiquetea el ánimo,
me paraliza,
me encierra en la cama,
me obliga,
pero si pudiera levantarme,
si me concedieran setenta pasos,
sólo setenta pasos de vida,
los emplearía en llegar a ti,
en ir a dormir a tus brazos.

sábado, 22 de mayo de 2010

Alergia y alegría


Alergia y alegría,
tan parecidas y tan distintas,
a las dos las trae la primavera
y a las dos se las lleva,
como se llevan las abejas volando
el polen de la flor grano a grano.

viernes, 21 de mayo de 2010

Blancas y negras



El pianista respira hondo
y empieza con ojos caídos
a rozar las teclas,
mitad desvaído,
mitad enérgico,
agarrado a un hilo
de fuerza interior intrépida
que da vigor a sus sentidos
y torna ágiles sus manos.
Toca un tanto impreciso
un preludio inédito,
de un pentagrama jamás escrito
que es un baile de notas felices
que lleva en el alma inscrito
y hace sonar de memoria,
al tempo variable de sus latidos
que se van haciendo locura,
por eso le teme al olvido,
por eso no hay partitura,
porque su piano es el mismo,
mismas blancas y negras,
mismas manos y sonido,
pero es distinta la música
y distinta la copa de vino
tras querer y ser querido.

El pianista gime profundo
y su preludio se vuelve más lindo
cuanto más triste y más lento,
y llora con llanto vivo
fusas que en verdad son lágrimas
difusas formando un río
que se extiende sobre el teclado.
Chapotea aún de improviso,
mitad abrumado de vida,
mitad entristecido
hasta desplomarse sobre sus teclas
creando un escandaloso ruido.

Ahora suenan los silencios.
Se oye el cristal de la copa de vino.

jueves, 20 de mayo de 2010

¡Ay!

Recuerdo el olor de tus pasos,
tu silueta bajo la luz tenue,
y recuerdo que esperabas días
enteros porque querías verme.

miércoles, 19 de mayo de 2010

martes, 18 de mayo de 2010

Recordarás la clave


Recordarás un día
que nos prometimos todo
en el agua y en el aire,
y lo recordarás en la tierra,
como si hubiésemos descifrado
juntos en nuestro fuego
el código secreto,
la clave
para entender cómo está hecho
el universo de los elementos,
la clave
para perdurar
y ser uno

siempre...

Reflejo

Apunté hacia tus ojos
un reflejo de luz con mi reloj,
y lo deslumbraste a las tres.

lunes, 17 de mayo de 2010

A oscuras

-Me dices esas cosas bonitas porque, tras el brindis, has bebido tu trago y estás borrachita.
-Sí. Estoy borrachísima, pero de ti.
-Bébeme.

C-azar

Me juego la vida
cada vez que me cruzo contigo.

domingo, 16 de mayo de 2010

Los suspiros son besos que no se dan

Sé que callarás mis palabras
con tu dedo en mis labios,
que cortarás mi suspiro
con un beso largo.

Soledad aguarda


La casa que era libertad
es ahora una prisión
de tejas rotas
y estancias en penumbra.
Los pasillos son laberintos
que no llevan a ninguna parte,
recovecos donde aguarda Soledad
-tan tímida como siempre-
como minotauro omnipresente
que ya no asusta
pero da miedo.
El espejo del baño guarda
restos de gotas salpicadas,
marcas de manos entrelazadas
que señaló un vaho ardiente,
la huella de un beso en sucio
y las letras carmín
que dicen: Me encantas.
El salón está lleno de cojines
eternamente desordenados
y la mesa sostiene
puñados de recibos sin pagar.
En la cocina el té está frío.
La cama es un templo en ruinas,
un campo sembrado
de celuloide viejo
de sueños quemados.
Y las sábanas sin ti,
vida,
son absurdas.

sábado, 15 de mayo de 2010

Los que hemos criado animales del campo

-He tenido la suerte de haberme encontrado muchas puertas abiertas en la vida.
-¿A qué te refieres, abuelo?
-Pues a que he podido navegar bien gracias a que he respetado y me han respetado. Y eso es muy bonito.
-Claro que sí. Es muy importante eso.
-Sí es importante, sí. Yo he vivido así y estoy satisfecho. Pero tú a mí no me hagas caso, que yo soy un paleto que se crió en el campo y me han gustado siempre mis animales desde chico. Y los que hemos criado animales del campo no somos muy listos que digamos...

Iceberg


Viste solo la punta,
la octava parte
del hielo dulce flotante
que mi mar empuja
impelido por su sed
de rumbos rotos
y derivas de ayer,
pero sumergido está el resto:
hay una montaña que es barco,
más hielo debajo,
deseo, mucho deseo
y más fuego
del que te hice ver.

martes, 11 de mayo de 2010

Algo tendrá abril



Hoy me levanté de abril del todo y, esta vez sí, el calendario me concedió el capricho. Ya es día 1. Cuando me levanto de abril, me quito rápido el pijama, me visto y me siento lleno de energía, antes incluso de haber subido la persiana para ver qué tiempo hace, como si ya supiese que no está nublado, como si hubiera notado ya en mi piel la fuerza vivificadora del sol. Cuando me levanto de abril me sonrío yo mismo de tonterías que se me pasan por la cabeza; es como si me contara a mí mismo chistes cortos. Esas mañanas uno es tan uno mismo que la gente por la calle se te queda mirando, como si algo especial les llamara la atención o bien como si les pareciera extraño que las personas derramen positividad por las baldosas de las calles a las nueve menos cuarto de la mañana (¡igual es que no son horas!).

Algo tendrá abril para que tantas cosas pasen y tantos refranillos tenga. Uno dice: "Parte su tiempo abril entre llorar y reír". Recuerdo algunos abriles floridos y otros no tanto. En abril perdí la plácida soledad del hijo único pero gané la compañía futura y vitalicia al nacer mi hermano. En abril empezaba a vestirse bonito el campo; lo veíamos cuando íbamos al cortijo y no se podía jugar al balón sin aplastar decenas de margaritas, ni mirar las margaritas sin sucumbir el deseo de ir a por un bote y capturar las mariquitas que las recorrían. En abril preguntamos por la abuela -llevábamos más de un día sin saber de ella- y nos dijeron que "se había ido de viaje" (y algo nos decía que no, que todo era extraño, confuso, pero nosotros esperaríamos a que volviera: así éramos de pequeños). En abril nació Antonia (con razón en abril despunta la primavera), en abril nació Javi, y Marco... tantos amigos que la vida me dio, que guardo conmigo. En abril dejé atrás Italia con el alma tan ensanchada que los ojos no paraban de llorar, añoranza súbita de lo recién abandonado. En abril roscos de San Marcos enteros hundidos en la leche de una fuente, o trocitos con onzas de chocolate. En abril algunos resbalones del Molino. En abril muchas imágenes por las calles, mucho pequeño resistiendo al sueño dentro del penitente, mucho penitente desorientado.

Cuando me levanto de abril, de este abril de hoy, prefiero otro refrán: "en abril, la flor empieza a lucir". Yo hoy me levanté del abril de reír, del abril de primavera, del de la retina generosa que todo lo enfoca al alza, del abril transformador, del fabricante de lo bonito, del impulsor de vida.

lunes, 10 de mayo de 2010

Una suerte que no es azar

Sólo enganchar las miradas
con un lazo transparente
nos elimina del mundo,
en un darnos la mano
fuerte e invisiblemente,
y se hace bendición
respirar a tu vera,
una suerte que no es azar,
pero me vuelve afortunado,
incluso si estás triste
o nos quedamos callados.
Y me pregunto cómo has creado
en mí la dulce cuestión
del parecido entre las palabras
facilidad y felicidad,
tú, que con una caricia
me erizas el vello
y me cierras los ojos
para hacerlos suspiro.
Basta poder pensarte
para tornar una línea recta
en una curva hacia arriba.
Así manejas desde la distancia
la geometría de mi cara,
tú, que sabes tocar mi alma
-desde tu atril de mujer buena-
como leer marcas de pentagrama
y hacer surgir la música
del silencio, como un milagro.
Destruyes conmigo el tiempo
y por los aires saltan
las manecillas si brota un abrazo
y al final siempre bailamos
entre el humo o el viento
una melodía que no cesa
en el epicentro de la noche
y tú y yo, abandonados,
despojados de lo accesorio,
desdibujados por amor,
no dejamos de girar con ella.

domingo, 9 de mayo de 2010

Mirando al mar


Anduvo perdido
hablando solo
distraído y traspuesto
arrastrando sus huellas
por la seca y ardiente
arena de la playa.
De repente se detuvo
y al punto,
mirando al mar,
corrió hacia él
y abriendo su puño
lanzó un poema
y una flor
al agua clara...
y respiró.
Llegó la noche
y volvió a la playa.
Se sentó cerca de la espuma
y, mientras pensaba,
una ola le golpeó:
el mar se quedó el poema,
pero le devolvió la flor.

sábado, 8 de mayo de 2010

jueves, 6 de mayo de 2010

Hada


Hoy le duele la cabeza. Todos dejaron su clase vacía, arriba del todo, al sonar el timbre. Yo termino mi clase al lado, recojo mis bártulos y cierro con llave. Fuera, a tres metros está ella. Sola. No ha bajado de tres en tres las escaleras para salir cuanto antes. Me ha esperado una vez más. Lo hace cada jueves, pero hoy le duele la cabeza. Lo sé porque me lo ha dicho. Y aun así ha aguardado en el rellano. Se me ha agarrado al brazo tal cual lo suele hacer, como si la verdad de todo lo que tuviera que decirme dependiera de ese sencillo contacto. Y todo su afecto también. Me ha dicho: "Me duele mucho la cabeza. Los niños no paran de gritar". Y sé que lleva razón, claro. Mientras bajamos las escaleras, me lamento de los chillidos de los niños que han hecho que a ella le duela la cabeza. Ella ahonda en su dolor cuando me dice que es como si le fuera a estallar la cabeza. Su gesto no miente. Ella nunca miente, para ser más exactos. Le recomiendo que vaya rápido a casa y tome algo para mitigar su molestia. Me comenta que lo hará, que le pasa de vez en cuando y su madre ahora lo tiene que apuntar en el calendario.

Ella olvida muchas cosas y recuerda otras como grabadas a fuego. El calendario se le escapa; su año de nacimiento quizá también. Pero me ha recordado a diario que dentro de dos semanas era el cumpleaños de su hermana y que lo iban a celebrar. Me ha informado de la comunión y del vestido que tiene que recoger su tía, que la quiere mucho. Se le escapan algunas cosas pero me preguntó por Italia al volver del viaje. Ella, tan sencilla, tan pequeña en un mundo como este.

Si me ve por el pasillo se sonríe y me saluda. Se viene hacia mí para decirme "¡Hola, Maestro!" (Maestro es mi nombre propio para ella). Y, desde el primer día que le levanté en vertical la mano dejándola parada en el aire, siempre me la choca al cruzarnos, lo cual hace para ella que el saludo sea completo, más saludo, digamos, más verdadero. Un código entre nosotros para darnos por saludados y que si nos encontramos cinco veces al día, cinco veces que se repite como si fuera la primera.

Cuando juega con Aurora no hay nadie más feliz que ella en el universo y se parte de risa con cualquier sonrisa, con la mínima broma mientras hacen manualidades en los recreos. Se pega también a Aurora porque sabe que la aprecia y así la puede corresponder. En ella más que en nadie el espacio que se recorta al otro simboliza la cercanía de las almas, sus cariños. Y me pregunto si lo físico y lo espiritual no lo hemos separado los demás artificialmente, tan necios, siendo todo una unidad.

Un día la encontré por la calle con su madre y su tía y se puso rabiosa de contenta. Tiraba del brazo de las dos para llamar su atención hasta que lo consiguió. Yo me acerqué a saludarla al oír que gritaba mi nombre (Maestro, sí) y rápidamente me presentó, nerviosa: "Éste es el Maestro. El Maestro es más bueno...". Entre los colores lucí sonrisa de "¡Uy, qué cosas me dice!" y se me escapó algún comentario tonto de esos que uno hace sin saber bien qué decir.

La hoja -arrancada de un bloc de cuadritos- que decora mi casillero me la dio ella. Fue por carnaval. Casi nadie entiende los trazos. Pero yo sé que es una máscara en verdes y rojos. Ella me explicó todos los detalles como si me contara un secreto. Señaló luego al papel, donde estaba escrito mi nombre, para certificarme que era pensado para mí exclusivamente. Había dedicado tiempo de su trabajo para mí. Yo, en estos casos, digo gracias, sonrío y callo como el mejor modo que encuentro para agradecer en los momentos en que mis palabras no valen para dar la talla.

Otro día de instituto emergió de algún lugar de los pasillos para traerme otro regalo. Era un barco de papel para mí. Doblez tras doblez, mientras pensaba en su prima Ángela y en mí (nuestros nombres iban inscritos en el mástil), había ido dando forma a un velero, coronado por una especie de Hello Kitty que hace las veces de vigía. Pienso que en muchas ocasiones es necesario que alguien con otra perspectiva nos anime al grito de "¡Tierra a la vista!". Estoy mirando ahora mismo su regalo. El papel que hace de material de construcción de su nave deja en un punto del casco escrito: "Si fueras un mandarín de la China, vivirías con lujo y no tendrías que trabajar. Y si vivieras de esa forma lo disfrutarías haciendo viajes o alimentando los faisanes de tu gran palacio. Ahora bien, tú no distraes con esas cosas. Por tanto, tú no eres un mandarín de la China". Entre otras palabras.

Pero no basta esto; cualquier mañana puede ella hacerte minúsculo como un grano de arroz, como aquella en que estaba yo en la fotocopiadora. Se acercó. Me agarró del brazo. Le gasté una broma y empezó a reír como si no fuera a parar. Son ya muchas las veces de escucharla momentitos sueltos, varios los instantes de hablar con ella, y van ya algunas esperas en el rellano. También guardo sus risas como cascabeles que me vinieran en papel de regalo. Pero aquella mañana al cogerme me dijo: "Maestro, eres mi mejor amigo".


Esta no es la historia de alguien que ansía los lujos para dejar de trabajar, ni siquiera la mía, aunque trate de alimentar faisanes de instituto o disfrute viajando. Aquí no hay mandarines de la China ni grandes palacios, aunque ella pudiera ser la princesa de cualquiera o quizá un hada, sí, un hada buena (en el Libro de las Hadas hay inscritas más discapacitadas psíquicas como ella) de las que da gusto encontrar una mañana. Es su historia desde mi pupila, la de ella, la misma que choca mi mano, la misma que me regaló su máscara roja y verde pintada, la misma que se alegra de verme, que me agarra fuerte, la que aquel recreo me hizo capitán de un barco que se llama como ella. Ella que con quince años me regaló la experiencia de sentirme pequeño como un copo de avena.

-Maestro, eres mi mejor amigo -me dijo apretando mi brazo mucho.
-¿De verdad? ¡Muchas gracias! -le respondí abrumado y bendecido a la vez. Luego sonreí y callé, así, tan pequeño de estar tan lleno.

El sitio de cada uno

-Buon giorno -dijo con alegría.
-Buenos días -respondió Miguel con tono de complicidad e hizo ademán de levantarse con su pequeño portátil en sus manos-. Perdona, te estoy usurpando tu sitio.
-No te preocupes -contestó sonriente-. Ya sabes que me iré pronto. No tengo un sitio. Ni una huella.

martes, 4 de mayo de 2010

Soldado antiguo

Adornan mi uniforme
manchas de polvo perenne
y pétalos de flores viejas
que siempre van tatuados
conmigo adonde los lleve.
Decoran mis botas
gotitas de sangre,
y muchas son mías,
no todas, no,
pero quizá la mayoría.
Pintan mi espada
huellas de carmín
y marcas de mis dientes,
mordiscos de rabia,
muerdos de fuego y viento.
Cuelgan de mi solapa
variadas condecoraciones
pero solo alcanzo a dudar
si estoy vivo por las victorias
o por las batallas que he perdido.
De tal guisa me presento,
sonriente pero aturdido,
despeinado pero entero,
sin traje de domingo,
que vengo con lo puesto.
Y me desnudaré una tarde.
Dejaré el uniforme en tu percha,
las botas tiradas por el suelo,
y las condecoraciones desfilarán
por la ventana, que no las quiero
-solapas vacías pueblan el cielo
por capricho de la ligereza-.
¡Ah, mi espada!
Como ya te avisé,
dejaré mi espada en tu desván,
junto al jarrón de la esquina
donde están tus flores marchitas,
y un día el polvo la cubrirá
cuando el amor calme mi sed.

lunes, 3 de mayo de 2010

Germinar


Rumor de futuros

silenciando al mar.

Ruido de risas

cortando el viento.

Silencio de abrazos

rompiéndose en la tierra.

La vida va a germinar.
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